Aquel hombre era
frecuentemente visitado por la mayoría de las personas de aquella ciudad. Su
fama de sabio y justo no solo le había merecido el cariño de su pueblo, sino
que era trascendente ya en otras latitudes, lejos de lo que abarcaba su reino.
Como gobernante buscaba siempre lo mejor para los suyos; cuidaba de ellos como
si fueran sus hijos: pero de la misma forma que un padre, también aplico la ley
justa y el correctivo necesario cuando fue menester hacerlo para evitar que la
convivencia, la armonía y la moral se resquebrajaron. Sobre la equidad que
guardo este rey en sus actos, baste el siguiente ejemplo: Narra la tradición
que cierto día se presentó ante el uno de sus fieles servidores para
comentarle.
-Señor; ahí afuera se
encuentran dos mujeres que con violencia y maledicencia se disputan a un recién
nacido. Ambas aseguran ser la madre del pequeño
-Eso no es posible –dijo el
rey sabio- es evidente que alguna de las dos está mintiendo. Una debe ser la
verdadera madre y la otra, una intrusa.
-Sin embargo mi Señor
–continuo el sirviente- son tan sólidos y convincentes los argumentos de ambas
que cualquiera pareciera ser la madre.
-Traedlas ante mí –ordeno el
rey.
Con el cabello enmarañado y
los vestidos jironados, aquellas dos mujeres fueron llevadas al monarca. Una de
ellas sostenía fuertemente al pequeño entre sus brazos.
-Es mi hijo Señor –se apresuró
en decir la que llevaba consigo al pequeño- esta me lo quiere robar, es una
ladrona.
-No Señor, juro que miente
–expreso con lágrimas en sus ojos humilde mujer- ella pidió que yo le
permitiera cargar a mi hijo y, después de esto, no quiso regresármelo.
El rey solo observaba; su
profunda mirada se clavaba en cada una de las reacciones de aquellas dos
mujeres; se preguntaba así: ¿Quién mentira de las dos? Sin pensarlo más ordeno
a la mujer que cargaba al niño, pusiera a este sobre una mesa y, dirigiéndose a
uno de sus guardias, el sabio rey ordeno:
-Tu, guardia, desenfunda la
espada; parte al niño en dos y da una mitad a cada mujer, así las dos tendrán
por parte igual al pequeño.
-Estoy de acuerdo Señor –dijo
una de las dos mujeres.
Inmediatamente, aquel soldado
desenfundo su filosa arma para dar cumplimiento a la fatal orden. Mas antes de
asestar el mortal golpe que partiría al niño en dos, la humilde mujer se
abalanzo suplicante y angustiada, para de hinojos expresarle al rey:
-Salvadlo, Señor: que no
muera; yo renuncio; dádselo todo a ella, pero que el niño viva.
Con la mirada serena de quien
sabe que ha obrado justa y sabiamente, la voz fuerte y decidida de aquel
gobernante, resonó en la sala del palacio para ordenar.
-Entregable a esta mujer el
niño; ella dice la verdad, porque solo una madre es capaz de renunciar a su
hijo a cambio de que este viva. A la otra, aplicadle solo la ley.
El rey, según la historia
llamado Salomón, quedo pensativo; tal vez tratando de explicarle el porqué de
ese aspecto de la naturaleza humana.
REFLEXION.-
La justicia solo requiere del respeto hacia los demás: que
les corresponde y que les es ajeno. Dar lo propio a cada quien, es ser justo.
Los seres justos emanan tranquilidad, si tienes oportunidad
de estar junto a ellos y participar de la paz que emanan, aprovéchala.
Relata un hecho de justicia que hayas podido presenciar y
comenta ¿Por qué te pareció justo?
R= Me toco en la primaria cuando un
día yo no había ido, ya que me había enfermado. Al día siguiente ya que andaba
un poco mejor fui a la escuela y a la hora de receso me querían inculpar a mi
los niños para no salir a receso, ya que el dia anterior ellos habían corrido y
provocado un acccidente. La maestra lo que hizo es que como yo no vine, porque
a mi se me iba a castigar.
Por eso yo creo que ahí hizo un acto de justicia.
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